Marisela dejó Venezuela hace siete años en busca de un futuro mejor; su travesía la llevó primero a Perú y luego a México, donde ha permanecido durante los últimos nueve meses en la Casa del Migrante en Ciudad Juárez.
Su principal objetivo aún es llegar a Estados Unidos y solicitar asilo político, pero la incertidumbre sobre las políticas migratorias del gobierno estadounidense la ha obligado a replantear sus planes.
“Si las cosas no cambian, me tendré que regresar a mi país”, expresó con firmeza.
Durante su viaje hacia el norte, Marisela no estuvo sola, ya que la acompañaron su mamá, su hermana, su hija, sus dos sobrinos y un adolescente.
En total, siete personas que formaban un grupo de mujeres y niños que compartían la misma esperanza de encontrar un futuro más prometedor.A pesar de las adversidades, la familia ha intentado mantener la esperanza viva, aunque la espera en Ciudad Juárez ha sido larga y difícil.
Desde su llegada a la ciudad, Marisela ha solicitado apoyo a diversas organizaciones, incluyendo la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), con la esperanza de retornar a Venezuela de manera segura; sin embargo, su solicitud fue rechazada.
La razón que le dieron fue que no calificaban para el programa, ya que, a pesar de su situación de vulnerabilidad, se consideraba que su destino final podría ser otro país, como Perú, desde donde intentarían nuevamente emigrar.
A pesar de este rechazo, Marisela y su familia no pierden la esperanza, cada día esperan una oportunidad para solicitar asilo político en Estados Unidos, aunque las posibilidades siguen siendo inciertas.
“La situación aquí es difícil, pero si no conseguimos una solución pronto, nuestra única opción será regresar a Venezuela, aunque no sabemos qué nos espera allá”, comentó.
Marisela subrayó que, a pesar de las dificultades que ha enfrentado en su camino, su decisión de salir de Venezuela no fue por persecución política.
“Nos fuimos buscando una mejor calidad de vida, mejores oportunidades de educación. No fue una huida de la violencia política”, aclaró.
Sin embargo, ahora se siente atrapada en un limbo, lejos de su tierra, sin saber cuándo podrá regresar o si finalmente podrá continuar su viaje hacia Estados Unidos.
A pesar de la incertidumbre, Marisela ha logrado encontrar algo de consuelo en las actividades que ofrece la Casa del Migrante.
Un aspecto que le ha dado algo de esperanza es la presencia de una maestra que va regularmente al albergue para enseñar a los niños y niñas, ayudando a que no pierdan el ritmo de sus estudios mientras esperan una resolución en su situación migratoria.
“Es un pequeño alivio para ellos, y para nosotros también, saber que mientras estamos aquí, nuestros hijos siguen aprendiendo”, expuso Marisela, visiblemente agradecida por el apoyo.
El tiempo sin poder regresar a Venezuela ya casi alcanza los ocho años, la distancia y la separación de su padre, que sigue en Venezuela, han sido un dolor constante.
“Mi papá nos pide que volvamos, que regresemos a casa, pero regresar sin una solución clara, sin un futuro seguro, es complicado”, explicó Marisela con nostalgia.
A pesar de todo, ella sigue aferrada a la esperanza de que, algún día, podrá regresar a su país o encontrar un nuevo hogar donde ella y su familia puedan vivir en paz.
La situación de Marisela refleja una de las tantas historias de migrantes que, como ella, se encuentran atrapados entre la incertidumbre de las políticas migratorias de Estados Unidos y el deseo de encontrar un futuro mejor.
Mientras espera una oportunidad para regularizar su estatus, la Casa del Migrante sigue siendo un refugio para quienes, como Marisela, buscan una oportunidad para rehacer sus vidas, aunque no sepan cuándo o cómo eso será posible.