En 2023, durante un viaje de investigación a Panamá, reservé una excursión de un día al Canal de Panamá. Esperaba escuchar la historia habitual sobre la construcción épica del canal, su importancia para el comercio mundial y su exitosa expansión para permitir el paso de barcos modernos más grandes. Lo que no esperaba era la abrumadora sensación de preocupación, incluso de pánico, entre las personas que dependen del canal para su sustento.
Era julio, en plena temporada de lluvias en Panamá, pero las lluvias habían sido escasas y los niveles de agua del canal habían descendido a niveles preocupantes. Sin agua dulce proveniente de la lluvia, explicó nuestro guía, las esclusas del canal no podrían funcionar.
Recordé esa visita después de que el presidente electo Donald Trump dijera recientemente que los chinos estaban amenazando los intereses de Estados Unidos en el canal, y se puso a hacer ruido al sugerir que Estados Unidos podría recuperar el control del paso, que fue devuelto a Panamá hace exactamente 25 años el martes. Los tratados de entrega fueron un logro emblemático del presidente Jimmy Carter, quien murió el domingo; los comentarios de Trump estuvieron en consonancia con las críticas de larga data de que la medida fue un error estratégico.
Pero Trump no entiende la verdadera amenaza que se cierne sobre el comercio estadounidense a través de Panamá. Si el objetivo es garantizar un acceso asequible al punto de tránsito a largo plazo, lo que debería preocupar a los responsables de las políticas estadounidenses es el cambio climático, no la influencia china.
La razón es la siguiente: para que un solo barco pase por las esclusas del canal se pueden utilizar alrededor de 50 millones de galones de agua, principalmente agua dulce recogida del lago Gatún. Aunque, por el momento, el canal funciona a plena capacidad, un clima más seco y una mayor demanda de agua potable han reducido en los últimos años el volumen de agua disponible. Eso ha obligado a la Autoridad del Canal de Panamá, una entidad estatal, a limitar en ocasiones el número de pasos diarios por el canal, llegando en un momento a limitarlo hasta en un 40 por ciento.
Con menos lluvia, los embalses se llenan más lentamente, lo que significa menos agua disponible para operar las esclusas, lo que significa que pueden pasar menos barcos. Por lo tanto, la sequía de 2023-24, una de las peores registradas, ralentizó los tránsitos y aumentó los precios del transporte, lo que provocó largas demoras, bienes de consumo más caros y una mayor inestabilidad en las rutas de navegación. Probablemente estos fueron los aumentos a los que Trump se refirió como una “estafa”.
El número limitado de pasos ha dado lugar a subastas de derechos de paso que han inflado aún más el creciente coste del transporte de mercancías por el canal (la autoridad del canal había aumentado los peajes justo antes de que comenzara la sequía de 2023). A corto plazo, la reducción del acceso hace que las mercancías tarden más en llegar a sus destinos y cuesten más cuando llegan. A medio plazo, las empresas han empezado a buscar rutas alternativas y métodos diferentes para trasladar las mercancías. Han surgido algunos proyectos, como un corredor ferroviario a través del sur de México, que compiten directamente con el Canal de Panamá. A largo plazo, a medida que aumente el volumen del comercio y el tamaño de los barcos mientras disminuye la cantidad de agua disponible, el canal podría perder cuota de mercado, disminuyendo tanto su utilidad como su importancia estratégica.