Desde una edad muy temprana, el rock eligió a Luis Román Ibarra, mejor conocido como Dr. Shenka. Sus primeros encuentros musicales datan desde que era un bebé cuando, gracias a su madre, escuchaba los primeros discos de su vida.
Así lo narra en una charla exclusiva con El Sol de México, donde cuenta cómo fue su camino a las páginas de la historia del rock mexicano. Con un semblante relajado, y portando unas gafas oscuras que le dan un toque de misterio a su look, recuerda que estuvo ligado a la música desde la cuna.
“Mi papá era músico, tocaba precisamente la guitarra y el requinto”, cuenta el intérprete de “La dosis perfecta”. “Tengo una foto desde muy pequeño, como de un año, me cuenta mi mamá que para dejarla hacer las cosas de la casa, me sentaba en el sillón y me ponía el brazo en la guitarra de mi papá, y ponía un disco en la consola”.
Según recuerda, si la melodía se terminaba él comenzaba a llorar, por lo que su mamá se apresuraba para voltear el vinilo. A partir de ese momento sintió “la cosquillita” de dedicarse al entretenimiento, pero conforme creció, su familia estaba menos convencida de que ese fuera el camino correcto para él.
“Pese a que mi papá era músico, pues como que no quería darse el lujo de que uno de sus hijos se dedicara a eso. Porque sabía el esfuerzo y el sacrificio que esto requiere. Entonces, él no estaba muy de acuerdo y hacía todo lo posible por no enseñarme a tocar la guitarra. Quería aprender, y me decía que no, porque era zurdo y era muy complejo”.
Sin embargo, su vocación era más fuerte, y aprendió a tocar aún con el instrumento al revés, con la ayuda de la revista “Guitarra fácil”. Pero el momento que marcaría su vida, y le arrojó luces sobre el rumbo que debía seguir, se daría años más tarde, durante un concierto de la banda Tijuana No! que presenció en el Centro Histórico.
Ese fue su primer acercamiento al trabajo que se estaba haciendo en nuestro país, y fue para él “un momento coyuntural”, donde incluso asegura haber comprendido la letra del tema “La guitarra” de Los Auténticos Decadentes, cuya letra dice: “Y tuve una revelación, ya sé qué quiero en esta vida, voy a seguir mi vocación, será la música mi techo y mi comida”.
“En ese momento, todos mis esfuerzos, toda mi voluntad me llevó a estar del lado de la música. A partir de ahí se acabaron las fiestas y el relajo, mis amigos llegaban por mí para salir el fin de semana, y yo me acuerdo que con mi primo, quien es el guitarrista de Panteón, nos íbamos al Chopo los sábados”.
“En ese entonces no existía el Internet, entonces si querías la tablatura o la partitura de tal canción, la encontrabas ahí, te vendían las fotocopias de las canciones, entonces comprábamos las que nos gustaban, y ahí nos tienes todo el tiempo practicando y sacando las canciones”.
EL PANTEÓN ROCOCÓ
A principios de los 90, se conformó Panteón Rococó, la agrupación que lo llevaría a la fama, y que dio voz a una generación de jóvenes, cuyo mensaje resuena hasta la actualidad. El nombre lo eligieron antes de una presentación, inspirados en una obra del dramaturgo mexicano Hugo Argüelles, titulada “Los caracoles amorosos y el cocodrilo solitario del panteón rococó”.
“Al pasar de los años le preguntaban (al escritor), qué sentía ver a una banda de rock que se hubiera agarrado una parte del título su obra para llamarse así, y estaba muy orgulloso de ello”, contó del fallecido autor de “Los cuervos están de luto”.
“Es un nombre que también lo adaptamos a lo que somos en muchos sentidos, como en la cosmogonía mexicana. La parte de la muerte, de la cual también hacemos mofa, pero además existe esta parte ceremoniosa y respetuosa de lo que significa para los mexicanos”.
Su primer disco, “A la izquierda de la tierra”, se lanzó en 1999, y a éste le siguieron otros como “Compañeros musicales” (2002), “10 Años: Un panteón muy vivo” (2006), “Ejército de paz” (2010), “Tres veces tres” (2016) y “Ofrenda”, este último lanzado en 2021.
Gran parte de su repertorio musical contiene letras contestatarias, que plasman una realidad que otros géneros musicales suelen ignorar. Dr. Shenka explicó que desde el inicio del proyecto, su intención era hacer algo distinto a lo que se hacía en aquella época, teniendo al grupo Mano Negra y Manu Chao como principales referentes.
“Una música que tuviera un poquito de más sentido y más social, quienes lo despertaron fueron Tijuana, No!”, cuenta. “No nada más fue la música, sino también toda la lírica, de repente llega una banda y me planta en la jeta toda mi problemática como joven, y toda esa rabia se despierta, eso era lo que yo quería hacer”.
Con el éxito que lograron, se ganó la aceptación de su familia, en especial de su padre, quien tuvo la oportunidad de compartir con él una de las tradicionales comidas que se realizan en la Sociedad de Autores y Compositores.
“Lo llevo, ya estaba viejo mi viejo, y de repente llegan don Armando Manzanero y Martín Urieta, y me dicen “Maestro, ¿cómo está?”. Mi papá voltea y ve a sus ídolos compositores, dirigiéndose así a mí, y les pregunta qué había hecho”.
El músico comparte que ambos compositores se refirieron a él como un gran autor y una gran persona, y gracias a ello su padre comprendió la importancia de lo que había logrado.